¿Quienes somos?

Nuestros abuelos ya tenían caballos y mulas con los que araban la tierra. Hemos convivido con estos animales desde que nacimos, y poco a poco hemos ido descubriendo que de animal de trabajo han pasado a ser animal de compañía, o mascota, pero también hemos visto otra realidad.

Animales maltratados, mal alimentados incluso hasta la extenuación y la muerte, abandonados por negligencia de sus dueños en campos sin comida ni agua, flacos, heridos, tristes...

Pocos animales poseen tanta nobleza como los caballos, que a pesar de ser tan grandes y poderosos, eligen servirnos, ser nuestros amigos, no hacernos daño, y todo es debido a su gran inteligencia y empatía con el ser humano. Todos los potros, por lo general, nacen sin un temor especial al hombre, sí es cierto que son miedosos, puesto que es la forma que tiene la naturaleza para su propia supervivencia. En libertad los caballos son presas de grandes depredadores, y de ahí que su primera reacción ante algo desconocido sea huir, pero nosotros hemos visto más allá.

Hemos visto el miedo en sus ojos ante cualquier humano, el temblor de sus patas al intentar acariciarle, la desconfianza ante cualquier intento de acercamiento,  y eso sólo puede traducirse en una palabra: Maltrato.

Posiblemente éstos animales que llegan a nosotros han sido vejados, apaleados, gritados, sometidos por la fuerza con correas, cuerdas, serretas, fustas...como consecuencia de ello sienten pánico, e incluso pueden resultar peligrosos puesto que tienden a defenderse, sin hacer distinción de si vienes a ayudarles o no.

El daño físico de los caballos se suele curar rápido, no así el psicológigo, que exige todo nuestro esfuerzo, dedicación y paciencia, para volver a convertirlos en animales sanos, aptos para convivir en armonía con nuestra especie, sin temor, sólo con cariño, respeto y mucho, mucho amor.